domingo, 21 de noviembre de 2010

UNA HISTORIA MÁS

Había una vez una niña llamada Ana. Ana tenía un hermano al que le encantaba jugar a las consolas, como a todos los hermanos mayores. Los dos eran muy buenos estudiantes, sus padres trabajaban la mayor parte del día. Sólo dormían y desayunaban en casa, por lo que Ana no pasaba mucho tiempo con ellos. En vacaciones solían viajar a París, al Caribe, a Tenerife, a Las Palmas etc. Pero este año los padres de Ana decidieron que Ana y Enrique, el hermano de Ana, pasaran el verano en un campamento. A Ana no le pareció mal, pero su hermano se negó a estar las 24 horas del día sin jugar a algo digital. Al final le convencieron, prepararon las mochilas con los sacos de dormir, la ropa, la linterna, el bañador, la cantimplora y todas esas cosas que hay que llevar a un campamento.
La mañana del día en el que iban al campamento, Enrique estaba refunfuñando y aprovechando todo el tiempo posible para jugar a las consolas. Por la tarde, cuando vino el autocar a buscarles, su madre les dio a cada uno un beso en la frente, cosa que a Ana no le gustaba ni un pelo. Se despidieron y la madre y el padre de Ana les dijeron lo típico.
-Échate bien la crema, por la cara, los brazos, y las piernas acuérdate de lavarte las manos antes de comer, etc.
-Si mamá- decían los dos cómo pensando: "ya lo sabemos".
En el campamento Ana y Enrique hicieron muchos amigos. Cosa que no era habitual ya que ellos se pasaban todo el verano con adultos.
Se lo pasaron genial, jugaron, nadaron, les dieron el correo a los amigos del campamento, etc. A la hora de regresar del campamento, más o menos después de 15 días, se pusieron tristes porque tenían que dejar a sus amigos. Sus padres les fueron a recoger, ellos no muy contentos fueron hacia sus padres cabizbajos.
-¡Hola chicos¡ ¿Os lo habéis pasado bien en el campamento?- preguntaron con poco interés.
-Si, muy bien- dijeron los dos un poco tristes.
-¿Por qué estáis tristes si os lo habéis pasado bien?- preguntó la madre de Ana pensativa.
-Nada, es que la comida nos ha sentado mal- contestó Ana.
Volvieron a casa. En el coche el padre de Ana y Enrique dijo, para sacar un poco algún tema del qué hablar, pues todos estaban en silencio absoluto.
-¿Os veo morenos habéis tomado el sol?
-Si - contestó Enrique con cara de no tener ganas de hablar.
Lo que no sabían es que en casa tenían una sorpresa. Cuando llegaron a casa todo estaba oscuro y había una trasportín de perros tapado con una tela azul marino.
-¿Qué hay ahí?- preguntó Ana acercándose al trasportín.
-¡¡TACHAN!!- contestaron los padres de Ana- ¡quitad la tela!
Era un cachorro de bóxer. Ana cogió al cachorro y lo puso encima del sofá.
-¡Es tan mono!- explicó Ana con una sonrisa de oreja a oreja.
El cachorro, mientras que le chupaba la mano, movía la colita. Enrique fue corriendo a ver al cachorro. Los padres de Ana se abrazaron por la espalda y sonrieron. Eso no era muy normal porque no solían pasar mucho tiempo juntos.
-Y eso no es todo- dijo el padre de Ana sonriente.
-¿No?- preguntó entusiasmada Ana.
-No, ahora vamos a trabajar media jornada, es decir, que vamos a poder estar mucho más tiempo con vosotros.
Ana y Enrique sonrieron. Y colorín colorado el perro de la historia “me ha chupado”.
LAURA ÁLVAREZ