Érase una vez unos niños que
estaban en su pueblo de vacaciones y se aburrían mucho porque no paraba
de llover. Como todos eran muy atrevidos se fueron a las afueras del
pueblo a una casa que la gente decía que estaba abandonada. Los chicos
encontraron la casa. Y en uno de sus balcones había una radio. Uno de
ellos la quiso coger pero estaba demasiado alta. Decidieron entrar en la
casa pero estaba cerrada totalmente, así que rompieron el candado de la
puerta y entraron. Ninguno de ellos, ni siquiera el más mayor, se atrevía a
subir al piso de arriba. En uno de esos despistes, la puerta se cerró
con un estruendo que los chicos se dieron la vuelta, a tal velocidad que
no se dieron cuenta que a su derecha había una cama y algo que saltaba
encima de ella. Los chicos asustados no sabían cómo salir. Uno de ellos,
que no sabía lo que hacía, se sentó en la cama y empezó a rebotar como
una pelota de pin pon en una colchoneta. Los mayores del grupo le
dijeron al que se había sentado:
-¿Qué te pasa? ¿por qué estas rebotando? ¿estás nervioso?
El que estaba sentado contestó:
-No, es que hay alguien más en esta cama y en esta casa.
Cuando
terminó esa frase todos empezaron a mirar por toda la casa como
posesos. Entonces, una de las puertas de la parte de abajo se abrió y
todos se metieron en esa sala. Un gran error por su parte, o no. La
puerta se cerró y las luces se encendieron. Los chicos estaban asustados
en medio de una biblioteca con un calendario del año 1992, y eso que
estaban en el año 2022. Los chicos empezaron a tirar los libros al suelo para ver si encontraban alguna pista del señor o señora que vivía en esa casa. De
repente, de uno de los libros salieron las llaves de la casa y los
papeles del señor y de sus territorios. El libro se elevó como si alguien
lo sujetara desde abajo. Los chicos aprovechando que tenían las llaves de la casa, abrieron la puerta y se fueron corriendo.
Continuará
Rubén de la Cal