lunes, 19 de enero de 2009
TOM EL CORREDOR DE LA F1
-¡FORMULA UNO!
Cuando se hizo mayor, estuvo estudiando los coches, cómo son sus motores, sus recambios, etc. Pasado ese tiempo de estudios, Tom se sacó el carné de conducir y estuvo trabajando como taxista veloz. Un día sus amigos taxistas le dijeron que le llamaron para un trabajo como probador de fórmula uno .Que era su sueño desde pequeño.
Tom fue a hacerse la prueba de piloto en Renault con Alonso… BATIÓ EL RECORD MÁS VELOZ JAMÁS VISTO. Entonces su madre y su padre fueron a felicitarle por su record y su nuevo trabajo como piloto de F1. Mañana sería el gran día de Tom: su primera carrera de piloto.
Tom estaba tan nervioso que no podía ni dormir. Pero se durmió al final y cogió las fuerzas necesarias para la gran carrera.
La carrera iba a empezar en: tres, dos, uno… comienza la carrera. Y Alonso va en primer puesto segundo Hamilton y tercero adivínenlo… Tom el novato, no tan novato, toman la curva…, la recta… Tom adelanta a Hamilton… Alonso se va quedando corto a pesar de que su compañero está detrás…, increíble. Alonso se va parando parece que está dejando pasar a Tom…, Alonso intenta no dejar pasar a ninguno de los contrincantes. Es increíble una carrera espectacular. Se aproximan a la meta y… ¡Tom ha ganado su primera carrera! Es impresionante.
Se van al pódium. Se hacen las pruebas de peso. Todo da bien en todos. Y salen al pódium. El primero en salir es Alonso, después es Tom y al final el perdedor Hamilton. Todos reciben la copa y el champan. Y lo celebran.
A la hora de irse todos, Tom y Alonso se quedaron a hablar del adelantamiento y la detención de Alonso a los demás corredores. Pero al final Alonso dijo:
-Lo hice porque tú todavía eres novato. Ya sé que has estudiado mucho para conseguir llegar hasta este sitio, pero eso no vale: te falta mucha práctica.
Tom y Alonso se fueron a su casa. Hasta la próxima carrera.
Daniel González Tabares
miércoles, 14 de enero de 2009
LA SUERTE DEL PATOSO
Un día que estaba paseando se encontró con una bola mágica. Era redonda y con un objeto para sujetarla. Cuando llegó a casa, cogió un libro de magia. Miró el índice y buscó la palabra bola.
-Aquí está, dijo Paco.
Ponía: “elemento con el que se puede mirar el futuro”. Se fue a la cama pensando:
-Si puedo ver el futuro, cambiando el presente, también cambio el futuro. En conclusión: ¡PUEDO CAMBIAR MI VIDA!
Cuando se despertó a la mañana siguiente desayunó, se vistió y miró la bola y vio que hoy le iban a poner la zancadilla en el autobús. Cuando llegó el autobús anduvo con cuidado. Justo cuando le iban a poner la zancadilla saltó y la esquivó y dijo:
-Es el mejor día de mi vida.
Cuando volvió a casa, además de comer, se puso a estudiar mucho porque vio en la bola que iba a haber un examen sorpresa. Cuando terminó de estudiar, como se aburría, miró la bola de cristal y vio que se iba a casar con una de la otra clase. Entonces dijo:
-Tengo que hablar con Carla.
Al día siguiente fue a hablar con Carla:
-Hola Carla, ¿qué tal estás? Espero que bien porque te tengo que contar una cosa.-dijo Paco.
-Yo bien, ¿por qué?-dijo Carla.
-Entonces te lo digo: Carla, me gustas, ¿te gustaría salir conmigo?-dijo Paco.
-Paco, lo siento-dijo Carla- estoy saliendo con otro.
Cuando llegó a su casa rompió la bola y siguió siendo un patoso para toda su vida.
Julio Díez
lunes, 12 de enero de 2009
LA NIÑA PATINADORA
Era un pueblecito muy pequeño y con pocos habitantes, las casas eran muy antiguas hechas de barro, pero tenía las suficientes cosas para divertirse. Para ella lo que más le gustaba era la pista de patinaje. Tenía un profesor que se llamaba Agustín y había ganado la medalla olímpica del patinaje.
Un día el profesor Agustín le dijo que estaba preparada para la competición. Al día siguiente sus padres y sus hermanos fueron a verla y quedó primera.
Al cabo de unos días echaron a su padre del trabajo y se tuvieron que mudar a la ciudad. Tenía un nuevo colegio y siempre iba a la pista de patinaje pero no podía patinar porque no la dejaban.
Un día unas niñas la dijeron que fuese al día siguiente con los patines para ver cómo patinaba. Y allí estaba con los patines, primero patino la otra niña y después ella. Pero de un abrir y cerrar los ojos se presentó la profesora de las otras niñas y les preguntó:
-¿Qué estáis haciendo?
Contestaron las niñas:
-¡Se ha colado! y nosotras la hemos encontrado patinando.
Dijo la profesora a Sara que se quitase los patines y que subiese a su despacho.
La preguntó unas cuantas cosas, pero dos preguntas fueron: que si sabía bailar patinando. Sara contesto que sí sabía. Y la otra pregunta fue: que quién la había enseñado. Sara contestó que fue Agustín, un profesor, que le dio clases en su pueblo
-Bueno ven mañana a patinar.
-¡Vale! está bien. Hasta mañana y muchas gracias profesora.
-Buenos días, profesora.
-Buenos días, Sara. Bueno, ¿estáis todas preparadas para patinar?
Patinaba perfectamente cada movimiento y siempre estaba preparada para las competiciones. Siempre quedaba la primera.
Sara Gil.
UNA AMISTAD CASI INSEPARABLE
Un día Zipi y Zape se fueron a jugar al escondite con otros niños. Zipi y Zape se escondieron juntos y, de repente, alguien les agarró las manos, les puso una venda en los ojos y les tapó la boca. De esta manera les metieron en un coche y se los llevaron. Por mucho que intentaban gritar o quitarse la venda de los ojos, no podían hacerlo. Cuando terminó aquel viaje les soltaron las manos, les destaparon la boca y les quitaron la venda, y allí, en una enorme habitación llena de cosas rarísimas colgadas de las paredes, vieron una bruja. Tenía un vestido rosa con un gorro a juego. Zipi, que había leído y le gustaban mucho los cuentos de hadas y brujas le explicó a Zape que era una bruja buena.
-Y entonces, tú que sabes tanto de brujas, ¿por qué estamos aquí? – preguntó Zape.
- No lo sé, pero cállate por si acaso – contestó Zipi.
- ¡Hola! – dijo Zape dirigiéndose a la bruja – Dice mi amigo que eres una bruja buena, ¿es eso verdad?
- Sí, es cierto – contestó ella- Me llamo Marta y veo que tu amigo sabe mucho de brujas. ¿Cómo os llamáis? ¿Cuántos años tenéis?
- Yo me llamo Zape y este es mi amigo Zipi. Tenemos diez años – contestó Zape.
- No tengáis miedo, no voy a haceros ningún daño – dijo Marta – Sólo quiero ofreceros el Gran Libro de los Conjuros.
- ¿Qué libro es ése? y ¿por qué nos lo ofreces a nosotros y no a cualquier otro niño de la ciudad? –preguntó sorprendido Zape.
- Vosotros sois los elegidos, pero sólo uno de vosotros podrá quedarse con el Libro –respondió Marta.
- No, imposible, Zape y yo nunca nos hemos separado –intervino Zipi – pero está claro que de brujas yo sé mucho más que Zape.
- Eso es verdad, pero a mí me encantaría tener un libro de conjuros- dijo Zape.
- Y a mí – protestó Zipi_ y yo me lo merezco más que tú, que nunca has estudiado nada sobre brujas.
- Pues si tanto te importan las brujas quédate con el dichoso libro, pero olvídate de un amigo. Adiós. Me marcho. – gritó Zape ofendido.
Y en ese momento salió por la puerta acompañado de dos guardianes que le llevaron de vuelta al escondite. Mientras tanto, Zipi le explicaba a Marta que quería mucho a su amigo y no quería separarse de él por nada del mundo. Marta comentó que tenía otro Libro Mágico y podría haber uno para cada uno, pero con diferentes conjuros.
-¡Perfecto! – exclamó Zipi - Ahora dame los libros, por favor.
También a éste le llevaron de vuelta junto a su amigo al que le explicó todo. En ese momento corrieron a su casa a hacer conjuros.
Así que si algún día te encuentras a un perro-ratón, mitad perro mitad ratón, ya sabes que han sido Zipi y Zape, dos amigos casi inseparables.
Laura González Pérez.
viernes, 9 de enero de 2009
MISIÓN ESPACIAL
en Valladolid.
Sandra sueña con ser astronauta para poder viajar por el espacio y vivir apasionantes aventuras. Le gusta jugar con Paula y Marta imaginando que están al mando de importantes misiones espaciales. Ha escrito muchas cartas a la Nasa, pero no la han contestado. Pero un día, cuando estaba en el patio del colegio Cristo Rey, recibió una carta de la Nasa.
-¡DIEZ, NUEVE, OCHO, SIETE, SEIS…!- se oyó por el altavoz de la nave, mientras Sandra, emocionada, ponía el dedo sobre el botón de despegue- ¡CINCO, CUATRO, TRES, DOS, UNO, Despegue!...
Sandra apretó el botón... Brumm, brumm, la nave se elevó.
-¡Listo!- avisó a los controladores. Y se subió a la nave.
domingo, 4 de enero de 2009
LA ESCUELA DE FANTASMAS
Érase una vez un pequeño fantasma llamado Alex que vivía a las afueras de una ciudad humana. Alex iba a la escuela de fantasmas pero él preferiría no ir allí porque todos los niños se reían de él porque su sábana era negra.
Unos decían:
-¡Ja, ja, ja! ¡Qué sábana tan fea!
Y otros:
-¡Qué horror de mochila!
El pobre Alex pasaba la mitad del día humillado y para colmo las clases no le salían bien.
Cuando le preguntaron la lección de Ciencias se le olvidó por la vergüenza que pasaba y en el examen de mates no se concentró por las risas y cuchicheos que se oían en la clase.
Él decía que su vida era un asco sólo porque en el colegio se reían de él y no tenía amigos.
Un día Alex le contó a su madre lo que pasaba y ella fue a hablar con la profesora y le contó le que ocurría.
Al día siguiente todos los niños y niñas del colegio se habían enterado y en vez de reírse de él le decían:
-¡Chivato, chivato ¡
-¡Tu madre te tiene que defender!, eres un bebé…
Pasaron los días y entonces en el colegio dieron la noticia de que había llegado una alumna nueva y Alex pensó:
-¡Genial! Otra persona que se reirá de mí…….
Pero se equivocaba, cuando la niña entró en la clase todos estallaron a carcajadas, todos menos Alex. Él la observaba con detenimiento pensando:
-Pobrecita…….
La profesora mandó callar y nos la presentó.
- Esta es Carla- dijo.
Cuando terminó la clase fuimos al recreo y Carla se sentó en un banco del patio. Alex fue a verla, que por cierto no os he contado que Carla llevaba muletas.
Estuvieron hablando durante todo el recreo y Alex descubrió que Carla y él tenían algo en común ¿Y sabéis qué era? Que todo el mundo se reía de ellos: de Alex porque su sábana de fantasma era muy fea y de Carla porque llevaba muletas.
Cuando terminó el recreo era la hora de educación física y lógicamente Carla no pudo hacerla. Ese día en educación física tocaba volar lo más rápido posible y después saltar el potro. Habían hecho ese ejercicio muchas veces pero a Alex no se le daba demasiado bien. Bueno, correr sí, porque era el más rápido de la clase, pero saltar el potro……
Cuando le tocó su turno corrió lo más rápido que pudo. Pero de repente……
- ¡AAAY! -Alex se calló de morros en la colchoneta y toda la clase se rió a carcajadas.
El profesor de educación física mandó a Alex levantarse de la colchoneta y le dijo:
-Alex tienes que mejorar ese salto o de lo contrario suspenderás educación física.
Sonó el timbre, era la hora de irse a casa. Alex esperó a Carla y la quiso acompañar a casa, pero ella le dijo:
- No te molestes, Alex, sólo me queda una semana para que me quiten las muletas, además, no hay por qué preocuparse, no me voy a perder y si eso ocurriese llevo móvil.
¡Ah! y otra cosa más, cuando me quiten las muletas puedo ayudarte con eso del potro. Soy la campeona de la ciudad donde antes vivía y hoy podemos arreglar lo de tu sábana negra.
-¿Cómo?
-Ya lo veras, vamos.
Cuando llegaron a casa, Alex presentó a Carla a sus padres. Fueron a la habitación de Alex y Carla empezó a trabajar. Pero, antes le preguntó:
¿De qué equipo eres?
-Del Valladolid.
Carla le dibujó unas rayas blancas y violetas con el escudo del Valladolid.
-Ya está- dijo Carla.
Alex se miró de arriba abajo y le dio las gracias.
Al día siguiente cuando fueron al colegio ya nadie se reía de Alex sin embargo decían:
-¡Qué sábana tan chula!
Llegaron a clase y todo el mundo miraba a Alex. Él estaba algo preocupado porque todavía no sabía saltar el potro Sin embargo Carla estaba muy tranquila.
En una semana, cuando le quitaron las muletas a Carla, le enseñó a saltar el potro, aprendió muy rápido y cuando le toco saltar en clase lo hizo muy bien.
Todos prometieron no volver a reírse nunca más de las personas con discapacidad o que sean diferentes a ellos.
LAURA HERRERA
LA CAMA
Cuando entraron en casa, ¡puf! Un ruido enorme y ¿a que no sabéis qué era? Pues era el cabecero de la cama, que se había caído. Su padre, Miguel y Ana, intentaron arreglarlo para que al menos durara hasta el día siguiente.
Al día siguiente, se despertaron muy temprano, desayunaron y fueron de ferretería en ferretería. Como no encontraban ningún tornillo fueron a casa de su abuelo. Al final encontraron el tornillo, la tuerca y la arandela que necesitaban en casa del abuelo. Más tarde, exactamente después de comer fueron a intentar arreglar el cabecero de la cama. Bueno antes de empezar quitaron la almohada, los cojines, la mesilla de noche y ¡cómo no! el colchón. El somier fue lo último que quitaron.
Miguel y Ana quitaron los tornillos y Laura y David le ayudaron a empujar, depués de una hora consiguieron arreglarlo y ¡cómo no! después de un duro trabajo tocaba un descanso, pero antes de descansar tenían que poner el somier, el colchón, la almohada y los cojines y al final ¡cómo no!, el descanso. Se tomaron una Fanta de sabor a naranja, luego un bocadillo de salami y la cama ya estaba lista para irse a dormir.
Laia Díaz Fidalgo
LA GOTA PERDIDA
Había una vez un grupo de gotas muy unido. Pero un día llovió y todas las gotas empezaron a caer de la nube en la que vivían. Todas cayeron en un gran río pero al cabo de un rato consiguieron salir del agua. Excepto una gota llamada Dorinda que justamente era la más pequeña de todas las gotas. Siguió nadando y nadando hasta que llegó a una orilla que no le resultaba nada familiar. Entonces entendió que se había perdido y no volvería a su casa nunca. Entonces empezó a llorar y pasaron las horas y seguía llorando, cuando entonces vio a un copo de nieve que se acercaba y le dijo:
-¿Por qué estás llorando?
Dorinda le respondió que se había perdido. El copo de nieve le preguntó cómo se llamaba y Dorinda respondió:
-Me llamo Dorinda ¿y tú?
-Yo me llamó Blanco; encantado de conocerte. Y creo que te voy ayudar a buscar a tu familia.
-¿De verdad? -contestó Dorinda.
-Claro que sí, venga en marcha.
Y empezaron a caminar, y se encontraron a la tormenta que las había echado de la nube y le preguntaron.
-¿Has visto al resto de gotas de la nube? ¿Dónde han caído?
La nube contestó:
-Sí, han caído en lo alto de la montaña.
-Muchas gracias tormenta.
Siguieron su camino hasta lo alto de la montaña. De repente Dorinda chocó con una bola de granizo. Dorinda le preguntó:
-¿Estás bien? ¿Cómo te llamas?
-La bola de granizo le contestó: estoy bien y me llamo Kevin, ¿y cómo te llamas tú?
Dorinda contestó:
-Yo me llamo Dorinda.
Kevin dijo:
-He oído hablar de vosotros. Sois dos amigos que vais en busca de la familia de Dorinda y me encantaría buscarla con vosotros.
-¿De verdad? -contestaron a la vez Dorinda y Blanco.
-Sí, por supuesto.
Y todos se pusieron a reír. Entonces Dorinda y Blanco se dieron cuenta de que al reírse Kevin parecía un cerdito. Siguieron su camino y entraron en un túnel muy, muy, oscuro. De repente oyeron una voz que decía:
-¿QUÍEN OSA ENTRAR EN MI GUARIDA?
Todos empezaron a correr como locos por todo el túnel y de pronto oyeron la misma voz que decía:
-Tranquilos, no tenía intención de asustaros.
Entonces salió de la oscuridad una pequeña nube en forma de niebla y encendió las luces. Entonces vimos que el túnel sólo era una gran tienda.
La niebla nos preguntó:
-¿Cómo os llamáis?
Dorinda respondió:
-Yo me llamo Dorinda, él se llama Blanco y la bola de granizo se llama Kevin. Pero nosotros le llamamos Kevin 347 y vamos en busca de mi familia.
La niebla contestó:
-Yo me llamo Gita y os dejo coger todo lo que necesitéis para vuestro viaje.
-¡Muchas gracias!- dijeron a la vez Dorinda, Blanco y Kevin 347.
Dorinda empezó a coger provisiones de toda clase: chuches, zanahorias, refrescos, galletas, mermelada, verduras, frutas y mucho más. Y Blanco y Kevin347 cogieron toda clase de herramientas para escalar una montaña: pasamontañas, cuerdas, piolet, botas, cascos y trajes especiales.
Entonces se despidieron de Gita y se fueron a escalar la montaña.
-Seguro que no se agotan las provisiones- dijo Dorinda.
-Y tenemos suficientes utensilios para escalar la montaña- dijo Kevin 347.
Entonces siguieron su camino hasta llegar a la montaña. Al llegar empezaron a escalarla sin pensarlo dos veces. Escalaron y escalaron hasta llegar a la cima. Al llegar a la cima Dorinda vio a su familia.
-Creíamos que te habías perdido para siempre- dijo su madre.
-Mamá, ¿pueden subir a la nube mis nuevos amigos Blanco y Kevin 347?
-Por supuesto, pero será mejor que se den prisa porque nos vamos ya.
-Gracias mamá.
Dorinda fue corriendo a decírselo a sus amigos y dijeron que sí y subieron con ellos a la nube.
Y vivieron felices y contentos.
CLARA GARCÍA
LA CASA DEL ÁRBOL
-¡Yo tengo tablas!-dijo Alejandro.
-¡Mi padre tiene clavos y herramientas, seguro que nos las deja!-dijo Jorge.
-¡Yo tengo telas de mi vestido de Navidad!-dijo Marina.
-¡Yo pongo mi árbol y algunas alfombras y estanterías!-dijo Vanesa.
En cinco días la casa estaba terminada.
Era la mejor forma de estar todos juntos y pasarlo bien.
Un día los papás de Vanesa tuvieron una pésima idea, decidieron talar el árbol.
Los muchachos cayeron en una tremenda desilusión, todo el rato se encontraban tristes.
Los papás de Vanesa, al ver la tremenda desilusión de los muchachos decidieron darles una muy buena noticia.
Reunieron a los cuatro amigos y les comunicaron una excelente noticia.
-Pequeños, hemos decidido no cortar el árbol y dejar que podáis seguir disfrutando de vuestra pequeña casa.
Los muchachos dieron saltos de alegría y tuvieron una excelente idea: celebrarlo con una gran fiesta.
-¡Yo pongo música y refrescos!- dijo Marina.
-¡Yo chuchees y patatas fritas!- dijo Vanesa.
-¡Yo adornaré la casa con globos de colores! – dijo Jorge.
Alejandro tuvo una excelente idea:
-Traeré unos viejos sacos de dormir que tengo en casa y pasaremos aquí toda la noche.
Tuvieron una gran fiesta, comieron, cantaron y jugaron a muchos juegos.
Ésta fue la primera gran fiesta, pero no la última.
Ahora, mayores, aun quedan en la casa del árbol, pero los que juegan ahora son sus pequeños seis hijos que son los que mantienen la tradición de sus papás.
LUCÍA
ROMÁNTICO
Regresando al castillo, el rey Lucas vio a una chica. Al rey al verla le dio un cosquilleo y se enamoró por su encanto y dulzura. La chica al verle quedó asombrada y hecho a correr.
Él rey corrió detrás de ella diciéndola:
-¡Espera no te vayas! ¡No sé si me conocerás! Me llamo Lucas, soy el rey de Manchester.
La chica contestó:
-Siento haberme asustado, no te conocía.
El rey contestó:
-No te preocupes con este careto que tengo y que no salgo mucho del castillo es normal.
-¡Hola! Dijo la chica.
-Me llamo Andrea, vivo aquí en el bosque con mi padre Arturo, que es leñador. Vivo en una casita que hay al fondo del bosque. ¿Quieres venir a tomar un chocolate? Pues hace mucho frío y a lo mejor te apetece.
Él rey contestó:
-Desde luego que sí.
Hiendo de camino a casa de Andrea, Lucas dijo:
-¿Te apetecería venir este sábado a comer al castillo con tu padre?
Ella contesto:
-Se lo comentare ahora a mi padre.
Cuando llegaron el padre de Andrea dijo:
-¡Andrea, qué alegría verte! Está oscureciendo y sabes que me da mucho miedo que estés sola. ¡Hija mía! ¿Quién es este chaval que viene contigo?
-Se llama Lucas, es el rey y nos ha invitado a comer el sábado. ¿Te apetece ir?
El padre contestó:
-Desde luego que sí.
Llegó el sábado, los reyes estaban encantados de poder conocer a la chica de la que Lucas les había hablado tanto. Llamaron a la puerta. El rey Lucas estaba tan contento que le dijo a Juan el encargado de abrir y cerrar las puertas:
-No te preocupes Juan ya me encargo de abrir la puerta ahora.
Lucas fue a abrir la puerta y en ese momento Andrea y su padre le esperaban en la puerta del castillo. Comiendo Lucas dijo:
-Andrea, ¿te gustaría casarte conmigo?
Ella se quedó pensativa y contestó:
-De acuerdo, nos casaremos si mi padre puede quedarse a vivir aquí, en el castillo.
Lucas contestó:
-Está bien, puede quedarse aquí.
Sonaron campanas, salieron los dos, vestidos de blanco con túnicas rosas y casados los dos felices fueron.
ANDREA REQUEJO