jueves, 10 de diciembre de 2009

LA PEQUEÑA BRUJITA

Érase una vez una niña llamada Marta que tenía once años.

A ella le encantaban las brujas y siempre estaba leyendo libros de brujas, incluso a veces parecía que ella era una de ellas. Siempre, todos los días, realizaba la misma rutina: Desayunaba y cogía el autobús al colegio. Volvía del colegio, pero antes paraba en el museo de las brujas y escribía artículos sobre ellas, con el fin de que algún día los publicaran en el periódico.

La abuela de Marta le contó que cuando a alguien le publicaban un artículo en el periódico sobre las brujas esa noche las brujas iban a buscarla. Un día a Marta le publicaron un artículo, pero ella no le dijo a nadie lo que su abuela le había contado y esperó ansiosa a que llegara esa noche. Aunque a la mañana siguiente ella seguía en su cama y no recordaba que hubiera pasado nada especial.

“Seguro que estuve con las brujas y pasé una noche genial pero ellas me dieron un antídoto que hizo que se me olvidara todo.”-pensó Marta.

Marta siguió su rutina y así pasaron los días, los meses y dos años.

Cuando Marta tenía trece años, mientras dormía, le ocurrió algo increíble:

Vinieron sus “padres” y le dijeron que tenía que ir con ellos al médico, pero ella no tardó mucho en darse cuenta de que no iban al médico y preguntó varias veces que dónde iban pero nunca obtenía respuesta y al final, se hartó de preguntar y se limitó a esperar, con impaciencia, ese lugar tan misterioso. Por fin llegaron a aquel lugar y no te vas a imaginar donde estaba.

Las dos personas que fingían ser sus padres se quitaron las máscaras y resultaron ser dos brujas. Sí, estaba en la guarida de las brujas. Ellas le explicaron a Marta que ya habían estado allí muchísimos más niños, pero todos tenían que jurar que no iban a contar nada a nadie y quien no lo jurara de corazón moría. Y como las brujas son bastante poderosas hacían que en la Tierra se olvidara todo el mundo de él. Marta juró de corazón que no le contaría nada a nadie con tal de ver y conocer todo lo que había deseado desde que nació. Pero ocurrió algo insólito; Marta sin querer se cayó por unas escaleras y quedó tumbada en el suelo boca abajo. Tenía el pelo largo y rubio pero por la caída que acababa de sufrir todo el pelo lo tenía hacia delante, nada en la nuca. Así es cuando la bruja Dalia se dio cuenta de que ¡Marta era una bruja!

Estaban allí las dos equis (xx) el símbolo que identificaba a las brujas.

-Nunca me lo había visto -dijo Marta- también es verdad que desde que recuerdo llevo el pelo largo.

- Eres una de las nuestras- dijo Elena, la jefa de las brujas.

-No sé si debería contarte esto, pero al fin y al cabo eres una de las nuestras. Todo el mundo piensa que nosotras somos malas pero en realidad no es así. Sólo nos dedicamos a hacer el bien y aunque no lo creas toda persona tiene siempre al menos una bruja a su lado.-intervino Dalia.

-Tú no sabes guardar un secreto ¿no? Dilo más alto para que se entere todo el mundo- le regañó Dalia.-Bueno Marta esta parte es la que menos me gusta y es la más complicada-dijo Dalia con un tono entre triste y serio a la vez.-Debes elegir entre tu familia y nosotras las brujas.

-No es fácil.-contestó Marta pensativa.-a mí me encantan las brujas pero prefiero vivir con mis amigos y familiares. Espero que no os moleste.- añadió intentando disculparse.

-No. No te preocupes-dijo Dalia llorando y mientras se secaba las lágrimas añadió:

-Al fin y al cabo has tomado una decisión y espero que la disfrutes. Pero esto no se lo cuentes a nadie.

-Te lo prometo y también te prometo que nunca olvidaré este día-dijo Marta.

Y de esto no se enteró nadie nunca jamás. Y como Marta guardó su secreto lo guardaron muchos más niños. Gracias a ellos hay muchas, muchas brujitas felices.


Laura González

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy divertido y chistoso