martes, 6 de marzo de 2012

MISIÓN EN ÁFRICA

 Érase una vez un misionero que antes de ser misionero fue médico en un hospital de Valencia. En una de sus misiones en  África iba en camello y se encontró con un niño que estaba solo en una cabaña hecha con piel de buey. Estaba muy enfermo y necesitaba que alguien le ayudara. El médico, que se llamaba Juan, se ofreció para curar a ese niño y les dijo a los demás compañeros que se fueran que ya les alcanzaría. El niño le dio las gracias y Juan le dijo que para qué hay misioneros si no es para ayudar a la gente y además le dijo también que más de una vez había curado a gente como él. El niño preguntó a Juan:
-¿A qué más gente has curado?
 Juan dijo:
-¿Quieres que te cuente una historia de uno de los niños que he ayudado?
El niño respondió:
-¡Sí, por favor!
Juan empezó a contar.
-Cuando yo estaba en otra de mis misiones en Chile, me encontré con un niño de más o menos de tu misma edad. Tenia muchas heridas porque había quedado sepultado en los escombros de un edificio después de un gran terremoto. El niño interrumpió.
- ¿No le dolía mucho a ese chico de los escombros?
Juan respondió:
-Pues claro que sí que le dolía- Y Juan siguió con la historia.
-Y, como a ti, también me quedé a ayudar y le dije lo mismo que a ti: para qué están los misioneros si no para ayudar .
El niño estaba muy débil porque no había comido en dos o tres días desde ese terremoto. Entonces saqué las provisiones y se las di. Me dio las gracias y me fui.
El niño, Jean Buto, era su nombre, dijo que la historia había sido muy chula.
Rubén de la Cal

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