jueves, 19 de enero de 2012

EL FAROLILLO ROJO

Érase una vez un hombre llamado Pedro, que dirigía la mejor pastelería de un bonito pueblo. La gente cada vez compraba menos dulces y el pastelero se arruinó.
Como Pedro tenía un hermano llamado Juan, decidió acudir a él y pedirle ayuda.
- Hola hermano, necesito que me ayudes y me prestes algo de dinero.
- Yo no te conozco, así que !fuera de aquí!- gritó al pobre Pedro.
Pedro, apenado, decidió irse del país y buscar fortuna allá lejos, detrás de las montañas. Preparó su equipaje, con apenas un pedazo de pan y un trozo de queso. Se le ocurrió llevar también un farolillo para alumbrarse por las noches. Caminó y caminó, atravesando las montañas, hasta que cayó rendido. Unos hombres que pasaban por allí, le cogieron para ayudarle. Cuando Pedro se despertó,  oyó unas voces
que decían:
- ¿Crees que estará muerto?
- No le conocemos, parece de otro país.
- Parece que lo ha pasado muy mal.
- Vamos a avisar al gobernador para ver qué hacemos con él.
- !Callad, parece que se ha despertado!.
Pedro se levantó y salió de la cabaña, asustado. Quería irse de allí, pero el gobernador le dijo.
- ¡No te vayas!, por favor, estás muy débil y debes recuperarte.
Pedro accedió, se quedó unas semanas más hasta que se recuperó. Cuando el gobernador le despidió, Pedro  le entregó su farolillo rojo en agradecimiento a como le habían cuidado. En aquella ciudad no conocían los farolillos. El gobernador, a cambio, le entregó un burro cargado
de monedas de oro.
Pedro regresó a su  ciudad y contó lo ocurrido.
La noticia llegó a oidos del hermano que se llenó de cólera y quiso hacer lo mismo. Se disfrazó de mendigo y trató de engañar al gobernador, pero éste, que era muy astuto, se dió cuenta del engaño y le entregó un burro cargado de piedras. Así fue como reconoció su error y pidió perdón a su hermano.
Daniel Gallardo

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